Espiritualmente exhaustos
Tras la publicación a finales de enero de un informe sobre violencia sexual en el Arzobispado de Múnich, Pirmin Spiegel, Director General de la Organización católica de cooperación al desarrollo Misereor, se ha pronunciado al respecto en una declaración personal:
Yo creo que…
Vivimos en tiempos de grandes cambios sociales. En dialogo con otras personas e instituciones, estamos convencidos de que podemos integrar la sostenibilidad de la fe cristiana y su potencial liberador y sanador en los procesos locales y globales en curso. Esta voz ética y práctica liberadora pueden contribuir de forma significativa a la construcción de otro mundo necesario, y confío en que así sea.
El nombre de nuestra organización, Misereor, revela nuestra opción de ponernos del lado de los empobrecidos y marginalizados, del lado de la naturaleza y de un planeta Tierra habitable en el futuro y al que ahora vemos ecológicamente sobreexplotado, socialmente desgarrado y espiritualmente exhausto.
Espiritualmente exhausta veo también a una parte de nuestra Iglesia. Una de sus tareas centrales es escuchar la voz de los excluidos y agraviados, actuar partiendo de ellos y superar el egocentrismo. Comparto plenamente la idea de Adorno de que “la necesidad de prestar voz al sufrimiento es condición de toda verdad”. No podemos ignorar el sufrimiento, los escándalos por abusos sexuales, espirituales y psicológicos y las enormes deficiencias que se esconden detrás. Se trata de hacer justicia a las víctimas.
Los criterios éticos que llevamos grabados en nuestra conciencia están vigentes igualmente y de manera especial en la propia Iglesia como institución. Lo contrario no sería coherente. La sostenibilidad y motivación de la opción cristiana se ponen de manifiesto allí donde las personas se arriesgan a ir a la cárcel, practican asilo eclesiástico, se comprometen con la justicia, defienden los derechos humanos y luchan por un planeta con perspectivas de futuro. Nos sentimos incómodos ante actitudes que invitan a apartar la vista y hacer oídos sordos —en lugar de mirar y escuchar—, a callar y esconder las cosas bajo la alfombra —en lugar de promover la transparencia—, porque así se ocultan y niegan las relaciones de violencia y se distorsiona la comunicación. En Misereor continuaremos desarrollando y mejorando nuestra labor de prevención.
Lo que está ocurriendo en la Iglesia nos llega a lo más profundo, tanto a mí como al personal de Misereor, nos causa indignación y dolor. Cuando rezo y digo “yo creo”, quiero seguir estando disponible para los demás y en estrecho contacto con los empobrecidos.
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